El canto que comenzó en las canchas de fútbol se expandió por todo el país. Una reacción popular que dio vuelta el esquema de comunicación del gobierno.
por Agustín Marangoni
Seamos sinceros: el canto mmlpqtp es básico. Carece de toda creatividad y tiene más años que mi abuela. Sin embargo, lastima sin piedad el corazón del macrismo, al punto que el presidente se muestra muy fastidiado en la mesa chica y su entorno se quema las pestañas intentando diseñar una estrategia para ponerle un freno. Hasta el momento sólo se le ocurrió amenazar con suspender los partidos, lo cual impulsó una reacción todavía más cruda y más creativa para criticar a Macri. La preocupación es evidente, la potencia de este cantito, tan simple, tan poco novedoso, está en su capacidad de invertir el esquema de comunicación del gobierno.
Desde que Cambiemos asumió la presidencia trabaja con la precisión de un ajedrecista en el terreno digital, invierte más de 170 millones de pesos al año sólo para administrar cuentas oficiales en las redes sociales y seguir centímetro a centímetro las interacciones de los usuarios. Es un termómetro que le permite medir opiniones frente a determinadas decisiones y funcionarios, además de sostener un enlace directo con sus votantes. Del resto se encargan las mismas redes sociales. Los algoritmos que organizan internamente la información dividen a los usuarios por sus afinidades políticas, por sus gustos y sus intereses. Un macrista ve en su página de inicio posteos y noticias favorables al macrismo. Los opositores, lo contrario. Así cada grupo deambula ciego a la vida orgánica del otro. Es una burbuja que permite crear y creer en realidades no tan reales. El cantito mmlpqtp, en cambio, llega desde la realidad concreta. Lo escucha una persona que se toma el subte en Buenos Aires, una persona que va a un concierto, al teatro, a ver fútbol, básquet, vóley o lo que sea. No hay algoritmo que lo oculte. Tampoco hay blindaje mediático. Es el ingenio popular estallando en la cara de todos por igual.
El fenómeno es tan fuerte que crece en efecto bola de nieve. Y en política ese efecto despierta inquietudes contagiosas. Es una dinámica parecida a la del mercado: un producto exitoso atrae al público. Una crítica exitosa por su forma también atrae al público. Y se multiplica exponencialmente. En este caso, para perjuicio del gobierno. Mmlpqtp se ubica, sin duda, como la crítica más lacerante y efectiva con la que tiene que lidiar el equipo presidencial en sus dos años y tres meses de gestión.
El fastidio de Macri tiene un plus porque la expresión emerge desde su fibra más sensible. Es fanático de Boca y está emocionalmente comprometido con el fútbol desde antes de iniciar su carrera política. De ahí las referencias a jugadores y técnicos en sus discursos presidenciales, en las entrevistas, en los encuentros con otros presidentes. Es probable que le deba al fútbol haber alcanzado el comando de la Casa Rosada. Y es justamente en el fútbol donde nace este cantito de siete palabras que dice todo sin decir nada. Ni una campaña de marketing millonaria hubiese logrado semejante efectividad para desgastarlo social y emocionalmente.
Mmlpqtp es un golpe certero que nadie vio llegar. Macri no tiene opción de contraofensiva, cualquier cosa que diga sería para peor. Sólo le queda masticar la bronca. Por el cantito, sí, pero más por la visibilidad que inventaron sus detractores. Que al parecer son muchos. Y la política, se sabe, es una guerra de apariencias: un único elemento bien instalado puede hacer mucho daño. Hasta un cantito más viejo que mi abuela.